martes, 22 de junio de 2010

John Berger. De A para X. Una historia en cartas



Watch and Shoe

35 in x 35 in (88.9 cm. x 88.9 cm.) Vinyl housepaint on cotton

26 Jan 2003

Myaungmya

La primera vez que oí a alguien hablar de este libro de Berger fue a Ariel Mlynarzewicz, en su taller, en octubre del 2009, durante la tertulia que precede a la sesión de trabajo de los lunes. Recuerdo su entusiasmo al recomendárnoslo. A los pocos meses volví a escuchar comentarios elogiosos, esta vez fue Claudia Martínez quién se refirió a esta bella obra de este connotado escritor y pintor británico. Sin embargo, no la leí hasta que ahora, en abril del 2010, Marcela Iharlegui la trajo a casa y nos la presto a Ana, mi mujer, y a mí. Luego de leerla concuerdo con la opinión que Harold Pinter expresó sobre ella: De A para X es uno de los libros más conmovedores que he leído en muchos años.”

Esta imagen reproduce la obra del pintor birmano que Berger describe en una de las últimas cartas que conforman De A para X. A continuación transcribo dicha epístola.



John Berger. De A para X. Una historia en cartas Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara. Buenos Aires. 2009. Primera edición

Páginas 181 y 182
Oímos hablar de los cuadros de Htein Lin, que pasó casi siete años en las cárceles de Myanmar. Pintaba en la tela de algodón de las camisas reglamentarias que se desechaban por viejas. No tenía nada más sobre lo que pintar. También hacía esculturas con las pastillas de jabón reglamentarias. Salió de la cárcel de Myaungmya en 2004. A lo mejor nos podría enviar un cuadro, nos dijimos. Y ha sucedido.

Durito se lo saca doblado del bolsillo. Lo miramos. Lo desdobla. Nos lo muestra desplegado como si fuera el capote de un torero. Pero este es un algodón blancuzco muy fino, muy raído, y apenas llegaría a cubrir el torso de un hombre. Sobre el algodón está pintado un círculo que encaja en una base o pie, como si fuera un globo terráqueo escolar o uno de esos espejos redondos que suele haber en los tocadores

Dentro del círculo hay una bota. Una bota del pie derecho. El color está aplicado con pulverizador y extendido con los dedos. Para el negro utilizó pintura plástica de fachadas. Los cordones de la bota están desatados y la lengüeta doblada hacia fuera. De la bota sobresale un manojo de ramas, como esquejes de un árbol frutal o de un olivo, y en la punta de cada rama, en lugar de brotes, hay una esfera de reloj.

Las esferas tienen tamaños diferentes: algunas son como de un reloj de pulsera; otras como los despertadores antiguos, con una campana arriba. No se distingue bien la hora que marcan, pero parece que cada uno tuviera una hora distinta. Probablemente unos marcan las horas anteriores al mediodía, y otros las posteriores. Lo que está claro es que hay una docena o más de horas distintas. Y que todas ellas son irreconciliables.

Es esto lo que nos hace comprender a todos que Htein Lin es un preso con experiencia. Decidimos llevarnos el cuadro por turno a nuestras celdas. Plegarlo, metérnoslo en el bolsillo, desplegarlo, sacarnos las botas y pensaren otras horas, en otros tiempos. Y al día siguiente pasarle el cuadro doblado a otro compañero.